Abandonar los conflictos y abordar los problemas requiere de un esfuerzo de todos y exige la generosidad imprescindible para poner la vocación de servicio por delante del conflicto.
La Asociación de Vecinos de uno de los barrios del municipio había solicitado reunirse con el alcalde para mostrarle su malestar y presentarle sus quejas por lo que entendían una gestión deficiente de los servicios de Limpieza Viaria y Recogida de Residuos (RSU).
Sinceramente, hasta aquí podría tratarse de cualquier municipio, basta con realizar una búsqueda en internet para descubrir que estas situaciones están a la orden del día a lo largo y ancho de toda nuestra geografía, e independientemente del color del partido político al frente del gobierno local, o de si la empresa que realiza los servicios es privada o municipal.
La “suciedad” callejera no solo es una molestia de orden estético para los vecinos, que lo es, sino que tiene también implicaciones desde el punto de vista de la salud pública, pues el vivir en entornos sucios afecta a la psicología y al bienestar emocional de las personas y puede generar estrés. Además, puede afectar de modo negativo al atractivo turístico del municipio.
El alcalde en cuestión solicitó a uno de los técnicos municipales que lo acompañara a esa reunión y, lo cierto es que, tras hablar el alcalde y los representantes vecinales, los ánimos estaban bastante caldeados.
En estas, solicitó la palabra el técnico municipal. Les explicó que hacía cuatro meses que acababan de implementar un método de Control de Calidad para analizar y mejorar la gestión de la Limpieza Viaria, Recogida de Residuos, así como del Mantenimiento de los Espacios verdes, Puntos Verdes y Puntos móviles de Recogida de Residuos.
Les expuso cómo habían articulado el servicio de control de calidad y, acto seguido, tras repasar con ellos las distintas rutas y frecuencias, procedió a presentar los distintos informes relativos a los servicios objeto de sus quejas.
Les mostró cuántos controles se habían realizado en esos cuatro meses en su barrio, cuántos eran conformes, cuántas incidencias habían detectado, a qué servicios afectaban, a qué indicadores en concreto se referían y cuál había sido su nivel de gravedad, mostrándoles además la tendencia de los distintos servicios desde que habían iniciado el programa de control.
Las incidencias iban acompañadas siempre de fotografías que certificaran la disconformidad con el servicio y, además, mediante geolocalización mostraban en qué puntos concretos del barrio habían sido detectadas. Argumentó que el control se realizaba tras la prestación del servicio precisamente para evaluar el trabajo de la contrata y que, en algunas ocasiones, se volvía a pasar a posteriori para comprobar si se mantenían los parámetros deseados.
Les confesó también que, en un proceso de mejora continua no existe un final, siempre será posible mejorar algo. El día a día de un municipio nos obliga a analizar continuamente si “lo que era válido ayer continúa siéndolo hoy” y actuar en consecuencia.
En palabras del técnico municipal, “tras finalizar mi exposición la reunión cambió por completo; la crispación inicial dio paso a una actitud mucho más constructiva y el ambiente no solo se relajó, sino que pasó a ser muy agradable”. Los vecinos, que no tenían conocimiento de la puesta en funcionamiento de ese servicio de control de calidad, se acercaron a consultar los distintos informes y realizaron algunas preguntas.
Todos coincidieron en la necesidad de respetar los días y horarios previstos para sacar los distintos residuos (muebles, trastos viejos, restos vegetales) y en que la calidad de esos servicios requiere del trabajo conjunto de todos. No hay derechos sin deberes.
A mi entender, se dieron dos circunstancias para que esa reunión cambiara radicalmente de “tono”:
- la primera es que se sintieron “atendidos”. Más allá de que no se les hubiera informado con anterioridad sobre la existencia de ese nuevo servicio de control de calidad, sintieron que el ayuntamiento “trabajaba por y para ellos”. Es un factor emocional.
- la segunda es que, en una reunión, el que puede aportar datos verificables es quien, normalmente, “gana la partida” (¿cómo van a rebatir tus argumentos razonados si no disponen de datos?). Y el técnico municipal no solo llevaba muy bien preparada la información, sino que no trató de ocultar nada. Y es que para generar/recuperar la confianza ciudadana resulta imprescindible proporcionar respuestas de calidad.
El contexto actual requiere una gestión municipal enfocada a conseguir mayores niveles de eficiencia y calidad. Pero, además, hay que informar al ciudadano.
La sociedad demanda cada vez más que se le informe sobre la marcha y la consecución de los objetivos de las actuaciones públicas, de modo que pueda evaluar la cantidad y calidad de los servicios que recibe.
Por supuesto que el coste “efectivo” es un dato relevante que los ciudadanos debemos conocer. Pero lo que a los ciudadanos nos debe interesar más es la eficacia de la prestación, su resultado, su calidad.
Por ello, la existencia de sistemas de información capaces de mostrar los resultados alcanzados, el cumplimiento de los objetivos y la eficiencia en la gestión de los recursos representa una necesidad para las diferentes administraciones.
No se puede ser ingenuo y pensar que se trata de un problema de sencilla solución. Generalmente, los orígenes de estas situaciones son múltiples, y hay que actuar sobre todos ellos de forma coordinada e integrada junto con un instrumento de evaluación.
Por cierto, al salir de la reunión el alcalde felicitó al técnico municipal. El técnico nos llamó al llegar a su despacho: “es que MIRA nos ha proporcionado un método de trabajo. Hasta ahora trabajábamos sin método”.
MIRA QA | Servicios Urbanos puede ajustarse en base a las necesidades concretas de cada municipio, teniendo en cuenta los pliegos técnicos que regulan el contrato y que ya dispongan de un capítulo de control de calidad.
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